viernes, 24 de agosto de 2012


DESCENTRALIZACIÓN por Alonso Núñez del Prado Simons


   Hace algunos días recibí en mi Estudio la grata visita de Alberto Muñoz-Nájar, ex-Presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa y actual Secretario de la Macro-Región Sur, quien tuvo la gentileza de explicarme a grandes rasgos lo que este proyecto pretende.

   Más allá del proyecto mismo, que me gustaría conocer más a fondo, pero que en principio me parece loable y muy interesante, está el tema mismo de la descentralización, tan manoseado, mal utilizado y que finalmente despierta tantos temores a los que usufructúan del centralismo, especialmente la  clase política.

   Hasta donde recuerdo los discursos ha ido desde un disimulado temor al federalismo, defendiéndose lo que se ha denominado descentralización —que en la práctica nunca se ha aplicado— hasta un centralismo pragmático, como el que nos ha gobernado en la última década, en aras de mantener todo el control en su tan marcado estilo dictatorial.

   La experiencia me ha enseñado que si los provincianos esperamos que algún gobernante de buena voluntad inicie un verdadero proceso descentralizador, podemos esperar otro siglo hasta que esto ocurra. Los cambios que afectan al propio poder político no los va a hacer éste, salvo que se vea obligado a ello. Puede sonar anarquista y sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero la única posibilidad de conseguir que este país se descentralice es obligando al Gobierno Central a que lo haga. Y esto no es poniéndole un revolver en la cabeza al Presidente de turno, para que firme la ley respectiva, sino mediante la toma de decisiones autónomas y la recaudación de fondos, usando todos los medios disponibles, para lograr un polo de desarrollo que le sea imposible boicotear al Gobierno de turno.

   La experiencia vivida en Arequipa en los años sesenta con la Junta de Rehabilitación, después de los terremotos, ha causado que muchos arequipeños vivan anhelando la repetición del apoyo económico que brindó el Gobierno de esa época, merced a la épica defensa de los diputados que nos representaban en aquel entonces. Aunque duela decirlo, malgastamos buena parte de ese dinero. Como en las personas, en los países, departamentos y provincias, el dinero no adquirido con el sudor de la frente, se hace humo; como lo prueba la ahora costosa deuda externa. ¿Qué ha sido de todos los miles millones que nos prestaron en los sesentas y setentas? Y lo peor, ahora tenemos que pagarlos. Si una provincia quiere desarrollo tiene que auto generarlo. Es difícil que en los gobiernos haya una verdadera vocación por revertir el asfixiante centralismo, ya que de él se alimentan sus integrantes. En todo caso nos dorarán la píldora, mediante leyes y traslado parciales de fondos, que nos prometerán incrementar y que finalmente cortarán alegando malos manejos. A las provincias, desde el Gobierno Central, se las trata como a niños incapaces de administrar sus recursos. Como si con el ejemplo que les ha dado a través de la historia, tuviera la capacidad moral de exigirlo.

   Como a estas alturas todos reconocen, no hay descentralización, sin descentralización de fondos. Paralelamente, en consecuencia, las provincias tienen que luchar, y en todos los planos, inclusive saliendo a las calles, por lograr que la mayor parte de la recaudación les sea trasladada. El Gobierno Central sólo debería jugar un papel redistribuidor, apoyando a las zonas más pobres, pero no desde Lima, sino entregándoles el dinero para que ellas lo administren. Sin duda, la supervisión y el control deben ser también labores prioritarias, para evitar el mal uso de lo fondos públicos. También como las personas, las provincias aprenderán a administrar recursos, haciéndolo. Así también lo han comprendido las entidades internacionales que apoyan a los países en vías de desarrollo, quienes también tienen ahora presente la labor controladora que no ejercieron en el pasado y resultó en el mal uso de los dineros que nos prestaron.      

   En resumen —como ya hemos señalado en otras oportunidades— los cambios no se pueden hacer desde arriba. La descentralización tiene que ser obra de los provincianos, de un trabajo paralelo entre conseguir mayor autonomía económica y política por sus propios medios y presionar al Gobierno Central a que lo reconozca con leyes y trasladándoles la recaudación y fondos. Finalmente, ¿A quién se le da libertad y dinero? Sólo al que ha demostrado capacidad para administrarlos.

   San Isidro, 14 de noviembre de 2000

Publicado en el diario El Comercio (Editorial). Pág. a23, el domingo 19 de Noviembre de 2000 bajo el nombre A empujar la descentralización

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